domingo, 10 de octubre de 2010

Hoy en tu cumpleaños...

Es tan cierto eso de que hay un roto para un descocido. Yo que toda la vida añoré Las Choapas, conté los días para comer mariscos y carne de chinameca, me la pasaba las vacaciones tirando piedras desde el rincón de los pájaros hacia Huacapalito, pesqué en el control botas de hule y latas oxidadas, escribí sin lectores, leí libros viejos, vi tanto cine de arte sin ser comprendido. Yo que anduve con un hueco al costado, con una mano sin sudor, con las pupilas aburridas de no encontrar un buen amor.

Tú, por tu parte, sin creer en el siempre, siempre más loca que cuerda, pero más cuerda que yo, leías en la sala de televisión, comías tortillas tomadas antes de que cayeran sobre el montón, escribías tus cosas de peras, cebollas, tenedores, nanches curtidos y excursiones a la chingada. Siempre con una buena opinión sobre el mundo, siempre buscando una nueva locura que hacer. Ya sea para pintarte las uñas de verde o raparte la cabeza de azul, para saltar al vacío, para vaciar las calles de perros hambrientos o para alimentar de nuevo al amor. Son tantos los versos que dicen tu nombre que yo ya no sé qué escribir que sea digno de tu corazón.

Me abrumas amor, me pones a temblar cuando llegas con tus maletas y tus besos, con tus sonrisas y tus pucheros, con tu torbellino de luz dejando un reguero de alegrías a mi alrededor. Hay veces que no sé qué hacer con tanta Fabiola y tantos oye y tantas pijamas tiradas en tantos suelos. Pero me encantas, no puedo dejar de sentirme borracho de ti, brindando cada abrazo a tu salud y dándole fondo a cada beso tuyo que me empino; mezclando cada parte de ti y cada cosa tuya en un coctel que quisiera que nunca acabara. Yo de adicción a ti sí me quiero morir.

Eres tanto para mí amor, para mi amor eres tanto. Las cosas caen en su lugar y todo está por su propio peso en orden. El corazón late bien, los ojos no se humedecen de más, por la nariz entra bien el aire y por mis dedos salen las más finas palabras. Eres un complemento alimenticio que me tiene funcionando como Dios manda. Y es que a tu lado las demás mujeres se vuelven terribles criaturas, incomprensibles, aburridas, llenas de ojos ciegos, de lenguas secas, de dispares proporciones. En cambio tú tienes todo como lo quiero y donde lo quiero. Tienes ojos para leerme, lengua para besarme, una triada de números superiores a las de cuántas actrices (comprobado). Yo contigo tengo todo lo que necesita juntarse para vivir y soñar.

Quisiera ser mejor y darte lo que me pides sin que me lo pidieras, estar siempre a unos cuantos grados a la izquierda o a la derecha de ti, apenas a tres medias vueltas girando en un colchón, a ningún camión de camino. No soporto esta lucha, esta ausencia, esta carrera contra el tiempo. No soporto enfadarte o que me enfades, extrañarte o que me ignores, tenerte frente a una pantalla hecha de electrones colisionando. Pero es necesario amor, yo sé que es necesario porque cada día soy más digno de ti y tú vas siendo mejor, porque nos vamos juntando, quizás no en cuerpo pero sí en mentes y almas. Si ya de por sí siempre he sentido que tu y yo estábamos hechos y predispuestos a caer en no sé qué trampa del destino, conforme pasan los días te voy penetrando hasta tener ya un bastante bien instalado campamento a la orilla de tus costas.

Resumirte aquí las cosas que hemos vivido, los yo también que nos hemos dicho, los besos que hemos dado, las noches que hemos desvelado, las risas que nos han entumido, las memorias que hemos agotado. Los pleitos, las risas, los sueños, las pesadillas, los desvelos, las películas, los libros, los poemas, los lirios, los ríos, los animales enjaulados, los conciertos, los Joaquines, los Jaimes, los Sabina o Sabines, la influenza, la gripe, los baños, las aguas, las ciruelas, los elotes, las calles, las terminales y todo aquello que cuando estamos juntos no termina. Decirte aquí, en unas muchas palabras, que te amo, que cuánto, que tú más, que te extraño, que infinito, que no existe. Rogarte ahora un beso o un abrazo o tu cuerpo desnudo para estarlo sudando, ¿cómo amor? ¿Cómo hago yo para agarrar tantos meses y tantas veces que hemos dicho y tantas otras que hemos hecho y traducirlas a caracteres y plasmarlas sobre el mármol del infierno... ¿cómo amor?

Yo no sé más que darte un beso en la frente, tomarte de la mano, correr tras de ti gritando ladrona, cantarte a Sabina, hacerte el desayuno, tenderte la cama, dejarte dormir. Yo sólo soy un idiota que cayó como mosca entre tus redes y que desde entonces es el hombre más feliz del mundo. Si yo, con todas mis letras y mis ojos y mis manos y mi boca a veces no alcanzo a contentarte, ¿qué podrían hacerte palabras blancas sobre fondos negros dentro de un blog escrito a medias?

Hoy es tu cumpleaños, y quizás no he hablado de eso porque sé que te deprimes, porque sé que un año más y un año menos, porque tampoco a mí me gustan los nueves de junio. Pero quiero que sepas que estoy contigo, que siempre estoy intentando llegar a ti para cuidar tu espalda, para ayudarte con la comida y darte un masaje, para qué pasó mi amor y buen día hermosa, para regarte las plantas de los pies con gotitas de mis ojos. Quiero que sepas que a pesar de mí mismo y mis defectos, tú me haces ser una mejor persona, que me tienes loco de felicidad, muerto de risa, lleno de paz. Que no te cambio por nada, que el mundo ya es poca cosa sin ti, que eres mi amor hoy y cuando cumplas cincuenta lo serás también. Yo te quiero a ti para vivir la vida y para ir muriéndola también. A tu lado la edad es una y la vejez no existe; por ti mi corazón vibra como una cuerda de guitarra andaluz. Te amo, así pues, para decirlo en pocas palabras, te amo. Gracias por estar, gracias por ser... pero sobre todo gracias por quedarte. Pronto te veré, no importa si estás leyendo por primera vez o si quién sabe cuántas, pronto voy a verte, antes o después de una pera en el espejo, no importa; voy a volver a verte mañana, en la red de mi sueño, en un atardecer con montañas, atendiendo una tortillería, cocinando la cena, leyendo en un mueble, cantando bajo una regadera, amando bajo una sábanas, te voy a ver pronto mi amor... hasta entonces, aquí me muero, aquí me muero de tu ausencia, de mis palabras y de tu edad.

Feliz cumpleaños porque eres hermosa, joven, feliz, inteligente, bondadosa. Alégrate de todo lo que viene y todo lo que queda. Espero estar yo cada 11 de Octubre para recordarte lo bella que es la vida, quizás por breve, y para sacarte aunque sea una mueca de sonrisa, para juntar contigo cicatrices como buenas señales de los años. Te amo Fabiola, Fabiolita linda, amor, cómplice, amiga, esperanza, nostalgia... amor.

miércoles, 6 de octubre de 2010

Estación Fabiola

Al pie de las escaleras te pienso. Desde éstas, metálicas pintadas de blanco, el mundo se ve un poco más chico. Alcanza uno a ver cómo el horizonte se va metiendo en sí mismo y cómo se curva la Tierra, como una toronja de zumo azul y la revelación de un mundo que se encierra a sí mismo me hace pensar que Colón debió tener una de estas escaleras. La tarde parece indecisa. Por un lado hay un rojísimo Sol hundiéndose en un bosque de palmeras y ficus negros muy negros, que comienzan verdes aquí a dos metros de mi casa pero que se van haciendo muchísimos y se enciman unos en otros, creando una maraña impenetrable como ideas malintencionadas y voraces complejos. Por otro, una nube harto alta se acerca, quizás enamorada del Sol, desde quién sabe donde ha llegado hasta aquí persiguiendo no se qué cúmulo de versos luminosos. Así son las tardes en esta época del año, en la que también se van a morir las resplandecientes sonrisas de verano y ya amenazan las tristes lluvias de invierno, trayendo recuerdos, nostalgias, malandanzas, tobillos rotos, coches volcados, balanzas desequilibradas y lunas redondas y rojas, como naranjas orgullosas en el huerto del cielo... las más hermosas lunas del mundo. Aquí luego llueve con Sol o trae calor la lluvia, otras cae tanta agua que tira árboles y castillos mentales de arena. A veces nada más llega con la brisa el olor a tierra húmeda y uno se divierte buscando en lontananza a ver a dónde está la nube que se está cayendo a gotas. A mí no me gusta mucho esta época porque no hay tanto mango ni tan buena piña, qué se diga de las ciruelas y las sandías. Luego si vas al mercado y te traes algunas cuando las comes te saben tristes, ya muy viejas como para poder alegrarse o apenas muy tiernitas como para saber cómo es eso. Uno así está a veces en esta época del año en donde te sientes simple y fuera de temporada. Mejores son las fechas de estar de paseo ya sea bañándose en un río de piedras redondas o visitando pueblos fantasmas. No sé si deba guardarme dentro de casa hasta que el tiempo mejore y terminen de crecer las hojas que apenas comenzarán a caerse, tampoco sé si deba andar allá afuera y buscar la corriente de viento que se lleve el malaire, no sé si sea bueno esto de andar buscando nubes que persigan soles y frutas sinvergüenzas que no saben a Mayo... o si nada más me hace falta que vengas para que la lluvia y los calores, los jugos y las lunas, los vientos y los contrapesos converjan en ti y entonces me mojen tus cabellos y de noche me alumbren tus ojos, se eclipsen tus dientes para irradiarme sonrisas y pueda beber de tu boca toronjas, ciruelas y mangos. Tú me gustas porque me traes lo mejor de cada temporada del año y estando a tu lado ya no extraño las roscas ni los panes de muerto y no hay que esperar al verano para elevar papalotes corriendo. Es por eso que te busco entre los charcos y los campos cubiertos de pasto caliente, como los niños buscan entre las hojas caídas el otoño o los conejos la primavera en las cuevas. Es por eso que te espero en las tardes de Octubre entre las golondrinas que vuelven, entre las guacamayas que se quedan entre las escaleras, los cielos, las nubes, los mares. Es por eso que quiero bajarme para siempre, del tren de las largas añoranzas, en la estación Fabiola.

domingo, 3 de octubre de 2010

Todo está en calma

Estoy viendo una imagen tuya construida con electrones que se impactan en una cama de pequeños cristales. Estoy escuchando una canción que dice que me calme, que debo estar como todo, en calma. Quiero mucho llorar mucho. Hace cuatro meses que no me asomo por estos lares, para plantarte una rosa en la sonrisa, para recordar que hay algo aquí, más importante que todo lo urgente que siempre tengo que atender. Ay amor... ¿dónde estamos parados nueve meses después? No sé cómo medir todo este tiempo. Si por los buenos momentos, sumando viajes, fiestas, noches, risas, risas y risas; si medirlo por pleitos, tristezas, amarguras, decepciones; si por el hijo que ya tuviéramos, Fabia o Manuelito o si medirlo por los paradigmas cambiados, los planes reconstruidos y las cicatrices renovadas.

Quiero hacer poesía. Quiero decirte, por ejemplo, que las olas de mi humor rompen sobre tus ojos lluviosos, a veces en la cima y otras en el valle, alegre y feliz, alto o profundo voy a parar en la parvada de gaviotas que es tu mirada. Desde ahí tus ojos se tiran en picada, se sumergen en mi conciencia para arrebatarme pequeños pecesitos destripados. Voy, otras veces, flotando en un pedazo de madera, surcándote, adivinándote en todos tus arrecifes llenos de corales de colores. Entonces ando a tu merced, con la mirada baja y el rostro marchito, porque yo soy la voluntad del tifón y el orgullo del mar, porque conmigo a mi manera y sin mí qué importa.

Amor, Fabiolita linda, ¿te traigo?, ¿me llevas?, ¿no quieres que toque guitarra al pie de tu cama todas las noches?, ¿cuánto tiempo vas a estar lejos más allá de un estirón de mi brazo? yo te extraño hasta en el tercio de segundo que duran mis parpadeos, ¿cuántos años vas a cumplir? ¿cuántos más lejos de mí?... ¿qué edad tiene el cielo?