martes, 25 de mayo de 2010

When you’re smiling…

Música vieja. Se me hacen pequeños los ojos, se encojen con todo y corazón. Cómo me gusta la música vieja. Hay noches así, viejas. Noches Louis Armstrong. Noches keep on smiling. Ésta es una de esas. ¿Dónde estás? No me has mandado ningún mensaje preguntándome si estoy enojado para que yo te lo pueda no contestar. Estoy muy triste… acabado de pensar en ti. Eres como la vida, ¿sabes? ¿Nunca has pensado que la vida es una cruel jugarreta? Quiero decir, la vida es hermosa y a lo largo de ella la vas aprendiendo a conocer, a amar, a verla hermosa. Ella misma te da la pauta, marca el camino, lleva el compás. Nunca sabes qué nota va a tocar a continuación pero sabes que no va a desafinar (o al menos esperas que no desafine). La vida te da todo pero te deja nada. Un mal día se acaba y uno deja de existir. La parte triste no es esa, sino saber que es inevitable. Lo has visto antes, los has visto no sé cuántos billones de veces. Te lo han contado, te los has imaginado, lo has vivido (qué ironía). La vida acaba. Has vivido la muerte. Has mamado del pecho de la angustia y el desasosiego. La vida acaba y lo sabes. Lo peor es que lo sabes. No importa qué hayas hecho, cuánto hayas dado, cuánto más disfrutaste o incluso qué cosas dejaste de hacer. Igual la vida se va de a pequeños granitos de arena entre los espacios invisibles que hay en nuestras manos. Vivir es verse reflejado en los ojos de un muerto: la vida es el fantasma de la muerte. No importa qué tan optimista seas, la vida a cada instante te recuerda que en cualquier instante se te va. La has visto irse antes, no te deja, no te suelta, no vas a parpadear. La vida es lo mejor que puede pasarte. Vivir es que pueda pasarte lo mejor. Pero la vida pasa por delante. A lo mejor uno pasa a mejor vida cuando la vida pasa y se lleva lo mejor.

Eres como la vida, amor, Fabiola, Fabiolita linda. Eres la vida oculta en los párpados de una bebé que duerme. Eres la vida que brota por debajo de un árbol muerto. Eres la vida que explota del tango cósmico de dos agujeros negros. Sí princesa eres la vida y yo te resisto, te levanto, te atravieso. Mi andar por ti es taciturno, como los pasos de un preso hacia el cadalso. Eres un camino corto que con mi andar pretendo hacer largo. Te recorro con la mirada muy atento, como cuando vas por una carretera por la que sospechas jamás volverás a viajar. Eres un umbral por el cual sabes que no volverás a pasar. Me detengo en ti, como leyendo un libro que sabes hay que devolver. Eres como la vida amor.. sólo voy a vivirte una vez.

sábado, 22 de mayo de 2010

Insomne

Qué joda es no poder dormir. Como si fuera poco tenerte lejos, andar todo el día entre universidad y negocio, entre física y xantonas, entre profesores y prospectos, todavía me tienen que dar las tres y media de la madrugada leyendo a Mafalda o jugando ajedrez contra la máquina para ver si agarro sueño. Dado que me siento un tanto culpable de hacer cualquiera de las dos cosas anteriores por ociosas e improductivas, mejor vengo a escribirte. Lograr plasmar una frase que te saque una sonrisa es lo menos improductivo del mundo: es mí motor.

Pero qué joda no poder dormir. Ando tan ocupado en el día que a veces se me olvida revisar el celular, dejarte unos besos en el muro, twittearte un abrazo y qué joda que cuando por fin quiero dedicarme a ti, a soñarte, no pueda. Quiero, por ejemplo, terminar de armar el rompecabezas que seguramente seguirá en el empolvado suelo del departamento sin muebles. Quiero, además, llevarte a tomar agua de ciruela, comprarte un cappuccino con helado, probar ese pastel del que sospecho será el nuevo responsable de tus "estoy gorda", "parezco una ballena" "michelín", etc. (Me da risa que de todos modos cuando te pesas sigues en 48). Quiero no sé, irnos a Tepoztlán, a Temaca, al pueblo de Sor Juana. Quiero dormir para poder tomar el camión hacia tu ventana.

¿Cuándo te veo? Tres siglos es mucho, ¿no podrías adelantarte unos 200 años? No quisiera que vengas hasta el día de mi cumpleaños 321, vas a tener que regalarme abono, agua o Sol porque para entonces seré tierra, polvo, arcilla, barro. Con suerte se habrán acordado de que quiero que entre mis cenizas echen una semillita todavía no sé si de ceiba, roble o qué sé yo, pero ojalá que para entonces ya sea un árbol. Acuérdate también de que quiero que me cremen con mi guitarra y que en vez de velorio se haga fiesta y que el momento más triste sea cuando me pongan la de tan joven y tan viejo de Sabina y listo, que de ahí no pase. Pero bueno todo esto lo podemos olvidar si en vez de llegar hasta el 9, llegaras por ejemplo el próximo fin de semana. Así no estaré muerto, nada más extensamente viejo. Ya estaré harto de esperarte, cansado de pensarte, decepcionado de la distancia y la eficacia de los camiones, aburrido del Facebook, celular y Twitter, viejo, viejísimo de tu ausencia.

Llevo cerca de seis días sin ti pero ya me siento cuarentón. Apúrate. ¿Qué no ves que yo no puedo acostumbrarme a vivir sin ti? Es mentira eso de que una relación sana es la que no depende del otro para ser feliz. Yo creo que una relación sana es aquella en donde tú no sabes ser feliz sin mí y yo hago todo lo posible por olvidarme de ti mientras no te vea. Yo no creo que a ti y a mí nos haga bien una relación justa donde ambos tengamos el mismo papel y amemos de la misma manera. Lo que yo creo que a nosotros nos conviene es sencillo: tú debes morir por mí. Piénsalo. Yo no quiero que entiendas que estoy ocupado, que no puedo viajar tan seguido, que estoy juntando para mi viaje a Utah. Yo no quiero tampoco que te baste una llamada de diez o quince minutos todos los días o una veintena de mensajes. Tampoco quiero que cuando te diga que estoy en una fiesta o jugando poker me digas "ok, diviértete". No, yo no quiero que estemos bien en la distancia, yo quiero que no entiendas, que no te conformes, que sufras. Yo quiero que necesites de mis brazos, mi sonrisa, mi hombro, mis labios en todo momento. Yo quiero que tu necesidad de mí sea física más que sentimental. Que te falte un flaco que abrazar, una bemba colora para besar. Que no tengas sosiego hasta que no me veas llegando a tu casa con una mochila donde sólo hay un bóxer para cinco días y tengamos que ir a comprar.

Fabiola, Fabiolita linda, yo no quiero querernos como se quieren los mejores amigos. Para ellos es fácil: un recadito en el muro cada tres días, quizás una llamada por semana o darse @mejoramigo en el Twitter cuando se acuerden. A mí no me basta con seguirte y estar al pendiente de ti por internet. No me basta con saber que te va bien y eres feliz. No, yo quiero que si te va bien sea porque vas conmigo y que si eres feliz es por mí. A mi tu felicidad no me hace feliz, lo siento, qué egoísta, mi felicidad es que seas feliz, sí, pero por mí. Tampoco quiero querernos como se quieren las personas sensatas, prudentes y estables, que entienden que cada cual está donde está porque es lo mejor para ambos, educarse, tener amigos, vivir y desarrollarse. Al diablo, yo prefiero un amor iracundo e irracional. Cuando el amor se te acabe puedes irte al diablo, ojalá se te olvide para siempre sonreír. Pero si me amas quiero que lamentes, llores, patalees y maldigas la hora en que te enamoraste de mí. No porque yo no te convenga por estar muy locochón, sino porque no puedes estar a todo momento respirando de mi boca, sintiendo de mis manos, comiendo de mis sueños, riendo de mis tonteras sin descanso. ¿Me entiendes? ¿Mueres por mí? ¿Me odias desde las entrañas? Bien, ódiame, porque quiero molestarte, porque me muero de la envidia, porque qué joda es no poder dormir sabiendo que tú tienes ya bien pegadas las pestañas. Pero ya te alcanzo, espérame, al llegar patearé al Manuel falso que tu mente inventa y me quedaré contigo hasta bien entrada la mañana. Ódiame hoy, yo te amo desde esta madrugada, hasta ahorita (no sé cuándo) que concluye tu lectura en la pantalla.

miércoles, 19 de mayo de 2010

Ten mi amor, ten mi odio.

Cómo me acuerdo siempre de ti, cómo te llevo conmigo, cómo no te me quitas de las ganas. Ganas de oler tus pestañas, de ver tu perfume, de tocar tus ideas, de morder tu mirada. Ganas de no amarte cuando no estás conmigo, de olvidarme de ti hasta que vuelvas. Ganas de ganarte para siempre la batalla del olvido. Ganas de tener ganas muertas.

Vamos haciendo un trato, desde hoy, ahora. Vamos jurándonos celo eterno, rivalidad sin tregua, odio que no se deje amedrentar. Vámonos al campo de batalla a compartir trinchera cada cual con la soledad. Yo quiero ser tormento diario en tu faena, ojo de tormenta que no mire para atrás. Yo quiero ser burbuja de fuego en tu sangre, red de seda en tu vuelo de mosca atolondrada. Quiero ser anzuelo y te quiero a ti, pez bagre que embruja aleteando mi mirada. Te quiero a ti, Fabiolita linda, en el desvelo prolongado. En la vigilia estoica con resistencia espartana, desde el destello primero de la mañana hasta el suspiro último que nazca ahogado en mi garganta te quiero a ti.

Te amo, te amo tanto… te amo Fabiola. Hazle como quieras, pero te amo. Haces capricho, te indignas, te enojas, mueres de celos, me reprochas y yo te amo. Agoniza el alba, aúlla el perro, delira la locura humana y yo te amo. Tú sabes que te amo desde el aleteo de una mariposa herida, desde el robalo que salta y se libra del anzuelo, con la porfía del fuego que cimbra los corazones humanos: te amo desde el misterio de la noche hasta el resplandor del Sol. Te amo chingado. Te amo corazón.

Pero te odio. Te odio tanto. Cuando llego al departamento y no estás no te soporto. Eres tedio cuando detrás de cada puerta, en cada sonrisa de muchacha, bajo cada piedra que pateo no te encuentro. Cómo quisiera borrarte cada vez que no te veo (así, podría olvidarte durante cada parpadeo). ¿No fuiste hecha para mí, no me encontraste y te encontré, no soy lo que siempre habías querido, no quiero morirme y matarme contigo? Entonces, ¿qué madre haces lejos de mí, por qué estudias, por qué no vivo en Ocotlán, por qué existe la distancia, por qué te amo y te odio si es tan sencillo olvidar?

¿Ves? ¿Ves como no puedo estar pero ni tantito lejos de ti? ¿O crees que mi amor es eterno, inmutable, romántico, incondicional? No, no mi amor no es de esos. Mi amor respira vanidad. Mi amor te quiere aquí, siempre para mí. Mi amor sin ti se va a acabar. Mi amor cambia cuando estás lejos, cuando no te ve, cuando no te ama. Mi amor es cien por ciento sincero, si no está contigo no quiere durar. Mi amor es pasajero, mi amor es daga, mi amor finaliza, concluye, acaba: mi amor es de verdad. Tómalo, exprímelo, abusa de él. Si lo cocinas te lo tienes inmediatamente que comer. Nada de refrigerarlo, nada de sorberlo de a poquito. Mi amor es un hielito que se está descongelando. Tenlo así, sabiendo que si quiero te lo quito. Tenlo sabiendo que es tan solo para ti.

miércoles, 12 de mayo de 2010

Yo llevo tu sonrisa como bandera…

Amor, princesa, flaca. Pera, compañera, mi negra. Carne, nalga, pompi. Fabiola, Fabiolita linda, amor. Cómo me hace falta tu sonrisa aquí en el camión. ¿Seguiremos viajando juntos? La pregunta es esa y cuando digo viajar, no digo en camión hacia Coatzacoalcos, no digo hacia Las Choapas con chofer. Cuando escribo viajar digo vivir, amor… vivir. Quiero tenerte a un estirón de brazo de distancia, a un giro de cuello máximo de noventa grados, a un parpadeo y cuando digo conmigo, no te digo con tu novio, con tu esposo, con tu payaso. Cuando escribo conmigo digo conmigo, amor… conmigo. ¿Entiendes lo que digo? (La pregunta correcta era: ¿Sientes lo que yo?) Dejémonos de ridiculeces absurdas, si yo soy enamoradizo y tú no crees en el matrimonio sigue siendo una diferencia menor, seguimos estando de acuerdo en lo fundamental. Jajaja me acabas de hacer ver que casi no nos besamos. ¿Te parece? Yo llevo siempre tu nombre en los labios, te voy repitiendo cada minuto, pensarte es besarte. Te llevo como llevo a mi guitarra a donde voy. Te llevo conmigo en mi llavero, en mi cartera, en el celular y en los ojos y llevo tu sonrisa como bandera. Vas metida en el huequito que tengo en el tórax por debajo de la axila, entre mis dos costillas más separadas, a la altura del corazón.

Está súper cómodo este camión. Nunca había viajado en el Platinum, cuando nos vayamos a Las Choapas en verano viajaremos por aquí. Puedo traer la lap conectada para que no se descargue, cada quien trae su pantalla individual para ver lo que queramos (que de todos modos ya sé que terminaremos viendo ambos lo que a ti te guste para irlo comentando) y los asientos se convierten en cama como los de Primera Plus. El único inconveniente que le veo es que están los asientos demasiado anchos y tendría que tenerte lejos. Yo te quiero cerquita de mí, por debajo de mi piel de ser posible. Lo bueno es que los descansos para los brazos son movibles y eso nos permitiría acurrucarnos. Tenemos mantitas y almohadas, cafetería y lugar donde guardar los refrescos (gratis, por cierto). Los choferes muy amables entraron, dieron las buenas tardes (uno de los dos, burro, dijo “buenas noches, digo, tardes”), se presentaron, dieron las buenas tardes, nos dijeron el itinerario, dieron las buenas tardes y dieron las buenas tardes de despedida. Acto seguido media vuelta y se encerraron en la cabinita. Acá nos quedamos solos. Viene medio vacío el camión es lo bueno y como cada quien trae su pantalla y sus audífonos hay mucho silencio, lo cual se agradece. La película del tipo que va delante de mí se ve buena.

Amor, cachetona, gorda. Yo soy el soldado en tu trinchera, yo soy bala feroz al centro del combate, yo llevo tu sonrisa como bandera, yo te llevo como llevan las flores a la primavera. Eres Patria, identidad, casa. Eres el acta de nacimiento en donde aparezco asentado en Las Choapas. Ya no tengo que buscar demasiado lejos de ti, todas las respuestas caen bajo tu sombra. Contigo sé que seré capaz de darle la vuelta a la nostalgia, cazar tormentas, atormentar a la distancia. Yo soy el capitán del barco y tú eres el alba. Me voy a dormir ahora, quedan muchas horas de viaje todavía hasta tu casa. Ya quiero llegar para abrazarte y llenarte de besos, pero mientras déjame darte aquí, ahora, un beso sin prisa. Déjame ponerle marco a mi caricia y colgártela en el pelo. Déjame pedir que me acompañes soñando hasta la Luna y plantar en su mollera, en señal de la más grande conquista: mi bandera… tu sonrisa.

lunes, 10 de mayo de 2010

All Inclusive

¿Cuántos años más, cuánto tiempo? ¿Qué tantas nuevas veces vas a decirme que no vamos a ningún lado? Yo te amo desde el barro de donde me hicieron, desde la costilla de donde saliste, desde el fango que se mete entre las uñas y los dedos. Te amo desde el polvo de estrellas que se fue depositando en los párpados del tiempo. Te amo desde el cúmulo de células muertas que se dispersan con el viento.
No me digas que me hago el tonto, no me digas que por orgullo no estoy solo. La soledad es el bálsamo sobre el cual nadan mis suspiros. La soledad es proveedora de noches y noches de silencio... la soledad es, como la muerte, el sitio último al que aspiro. Verás, que no le temo a la soledad ni me incomoda, y más orgullo sentiría yo siendo un lobo solitario que volviendo al nido. Pero el amor no sabe de esas cosas, ni de clavos, ni de olvido. No seas fatalista, mujer. ¿Qué importan los quintos versos concluídos?
Tu y yo una noche abrazados nos juramos, no voltear atrás, no preguntar, no comerse las uñas por saber. Tú llegaste a mí como yo llegué a ti: con la nostalgia inmaculada. Tanto abrí mis puertas a tus ojos y mi boca a tus caprichos que pudiste leer en lo más hondo de mi conciencia viejas palabras como cicatrices. Disculpa que yo no pueda despedirme tan fácil de mis textos. Mi producción no es ni tan extensa ni tan buena como para descartar ni los más humildes esfuerzos. Yo soy como el hurón que almacena en primavera. Yo soy un colector de pasadas emociones.
Mi corazón es tuyo, tan puro, noble y rojo, tan a la izquierda y tan cojo, tan hecho para entrar entre tu puño. Así ha sido desde la vez primera, desde la mítica borrachera en el malecón donde me decidí a tomar la carretera para ir a perderte la razón. Tú lo sabes, por debajo de los celos lo sabes, por entre las sospechas, lo puedes leer perfectamente si pones tus temores entre tus ojos y el Sol. Tú sabes que aunque no eres la primera sí eres la mejor. Sabes que llegaste para barrer todo sedimento, todo escombro, toda ruina. En mi corazón mucho antes de decirte "serás mía" ya no había ningún signo de interrogación. Yo soy sincero en lo que siento y tú eres la única que ronda en mi pensamiento.
Fabiola, Fabiolita linda. Lamento no ser el primer hombre sobre la tierra, y me destroza que no seas tú la primera mujer. Qué más quisiera yo que tener mil virginidades que darte. Que jamás hubiera yo sufrido por otra, que jamás hubiera amado jamás. Cómo me encantaría que fueras tú la que sacara emociones del canasto del mercado y me enseñaras a comer. De tu mano conocer olores y sabores, de felicidad y desesperación por igual. Poder mostrarte mi dolor vacío, y que lo llenaras con tu soledad. Besar tus labios no besados, beber tus ojos bien abiertos, aprender contigo cómo es tocar. Es una lástima, llegamos diez mil años de manzanas mordidas tarde. Llegamos ya expulsados del Edén, vestidos, muertos de hambre. Aprende a quererme como soy, "All Inclusive" y créeme. Créeme que quisiera estar comenzando a vivir, ver la luz por vez primera. Créeme que lamento no haber guardado jamás, por desesperanza, las palabras: amor, dolor, flaca, primavera.
Tenme así, desnudo de versos, explorado con detalle en cada entrada publicada y guardada. Yo soy un compendio de nostalgias y tú eres mi más grande razón para escribir. Tenme como yo te tengo a ti: sana y salva del pasado que te hostiga y dispuesto a llenarte la boca de sonrisas.