sábado, 22 de mayo de 2010

Insomne

Qué joda es no poder dormir. Como si fuera poco tenerte lejos, andar todo el día entre universidad y negocio, entre física y xantonas, entre profesores y prospectos, todavía me tienen que dar las tres y media de la madrugada leyendo a Mafalda o jugando ajedrez contra la máquina para ver si agarro sueño. Dado que me siento un tanto culpable de hacer cualquiera de las dos cosas anteriores por ociosas e improductivas, mejor vengo a escribirte. Lograr plasmar una frase que te saque una sonrisa es lo menos improductivo del mundo: es mí motor.

Pero qué joda no poder dormir. Ando tan ocupado en el día que a veces se me olvida revisar el celular, dejarte unos besos en el muro, twittearte un abrazo y qué joda que cuando por fin quiero dedicarme a ti, a soñarte, no pueda. Quiero, por ejemplo, terminar de armar el rompecabezas que seguramente seguirá en el empolvado suelo del departamento sin muebles. Quiero, además, llevarte a tomar agua de ciruela, comprarte un cappuccino con helado, probar ese pastel del que sospecho será el nuevo responsable de tus "estoy gorda", "parezco una ballena" "michelín", etc. (Me da risa que de todos modos cuando te pesas sigues en 48). Quiero no sé, irnos a Tepoztlán, a Temaca, al pueblo de Sor Juana. Quiero dormir para poder tomar el camión hacia tu ventana.

¿Cuándo te veo? Tres siglos es mucho, ¿no podrías adelantarte unos 200 años? No quisiera que vengas hasta el día de mi cumpleaños 321, vas a tener que regalarme abono, agua o Sol porque para entonces seré tierra, polvo, arcilla, barro. Con suerte se habrán acordado de que quiero que entre mis cenizas echen una semillita todavía no sé si de ceiba, roble o qué sé yo, pero ojalá que para entonces ya sea un árbol. Acuérdate también de que quiero que me cremen con mi guitarra y que en vez de velorio se haga fiesta y que el momento más triste sea cuando me pongan la de tan joven y tan viejo de Sabina y listo, que de ahí no pase. Pero bueno todo esto lo podemos olvidar si en vez de llegar hasta el 9, llegaras por ejemplo el próximo fin de semana. Así no estaré muerto, nada más extensamente viejo. Ya estaré harto de esperarte, cansado de pensarte, decepcionado de la distancia y la eficacia de los camiones, aburrido del Facebook, celular y Twitter, viejo, viejísimo de tu ausencia.

Llevo cerca de seis días sin ti pero ya me siento cuarentón. Apúrate. ¿Qué no ves que yo no puedo acostumbrarme a vivir sin ti? Es mentira eso de que una relación sana es la que no depende del otro para ser feliz. Yo creo que una relación sana es aquella en donde tú no sabes ser feliz sin mí y yo hago todo lo posible por olvidarme de ti mientras no te vea. Yo no creo que a ti y a mí nos haga bien una relación justa donde ambos tengamos el mismo papel y amemos de la misma manera. Lo que yo creo que a nosotros nos conviene es sencillo: tú debes morir por mí. Piénsalo. Yo no quiero que entiendas que estoy ocupado, que no puedo viajar tan seguido, que estoy juntando para mi viaje a Utah. Yo no quiero tampoco que te baste una llamada de diez o quince minutos todos los días o una veintena de mensajes. Tampoco quiero que cuando te diga que estoy en una fiesta o jugando poker me digas "ok, diviértete". No, yo no quiero que estemos bien en la distancia, yo quiero que no entiendas, que no te conformes, que sufras. Yo quiero que necesites de mis brazos, mi sonrisa, mi hombro, mis labios en todo momento. Yo quiero que tu necesidad de mí sea física más que sentimental. Que te falte un flaco que abrazar, una bemba colora para besar. Que no tengas sosiego hasta que no me veas llegando a tu casa con una mochila donde sólo hay un bóxer para cinco días y tengamos que ir a comprar.

Fabiola, Fabiolita linda, yo no quiero querernos como se quieren los mejores amigos. Para ellos es fácil: un recadito en el muro cada tres días, quizás una llamada por semana o darse @mejoramigo en el Twitter cuando se acuerden. A mí no me basta con seguirte y estar al pendiente de ti por internet. No me basta con saber que te va bien y eres feliz. No, yo quiero que si te va bien sea porque vas conmigo y que si eres feliz es por mí. A mi tu felicidad no me hace feliz, lo siento, qué egoísta, mi felicidad es que seas feliz, sí, pero por mí. Tampoco quiero querernos como se quieren las personas sensatas, prudentes y estables, que entienden que cada cual está donde está porque es lo mejor para ambos, educarse, tener amigos, vivir y desarrollarse. Al diablo, yo prefiero un amor iracundo e irracional. Cuando el amor se te acabe puedes irte al diablo, ojalá se te olvide para siempre sonreír. Pero si me amas quiero que lamentes, llores, patalees y maldigas la hora en que te enamoraste de mí. No porque yo no te convenga por estar muy locochón, sino porque no puedes estar a todo momento respirando de mi boca, sintiendo de mis manos, comiendo de mis sueños, riendo de mis tonteras sin descanso. ¿Me entiendes? ¿Mueres por mí? ¿Me odias desde las entrañas? Bien, ódiame, porque quiero molestarte, porque me muero de la envidia, porque qué joda es no poder dormir sabiendo que tú tienes ya bien pegadas las pestañas. Pero ya te alcanzo, espérame, al llegar patearé al Manuel falso que tu mente inventa y me quedaré contigo hasta bien entrada la mañana. Ódiame hoy, yo te amo desde esta madrugada, hasta ahorita (no sé cuándo) que concluye tu lectura en la pantalla.

1 comentario:

  1. Te amo tanto corazón, me encantas por que estas loco y amas como yo aunque eso no sea precisamente lo más sensato.

    ResponderEliminar